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¿Cómo se alimenta la esperanza?

Foto del escritor: Idalia López CarrilloIdalia López Carrillo

Mano sosteniendo una flor de plástico.
Flor de plástico

Durante una clase, entre los comentarios que hicimos, llegamos a preguntarnos ¿cómo se alimenta la esperanza?


¿Cómo? después de estudiar los fenómenos sociales que nos dividen y explotan, al ver a través de las pantallas el sinsentido de los modelos económicos que promueven crecimientos alejados de la sustancia vital, que urden fatuos conceptos para enredarnos temerosos, para creer que no entendemos, que no podemos entender. Que nos alejan del sentido de la vida en comunidad, del reconocernos parte de un entorno natural y social, del sabernos interdependientes.


Me pregunto por esos entes que modelan el mundo y secan nuestra esperanza. También pienso, me pregunto, ¿cómo se alimenta la esperanza? ¿cómo en este mundo, con este sistema económico, con el patriarcado que nos cercena la vida?

Ser consciente de la propia vulnerabilidad es aterrador y al mismo tiempo genera seguridad, porque sabemos lo que hace falta. Lo que sigue es aprender, siempre aprender, buscar respuestas. Encontrar espacios, construirlos, hacer comunidad.

La esperanza, creo, se alimenta de eso: de búsquedas, de construcciones, de exigencias, de ir y tomar lo necesario para llenar los huecos con certezas. Los andamiajes comunitarios son alimento tibio para la esperanza moribunda.

Las comunidades son grupos de personas que se reconocen en la vulnerabilidad, que se acompañan en el temor, que trabajan en hermandad porque entienden el poder de la cadena unida.


Alimento la esperanza cuando envío un mensaje para saludar, cuando me organizo, cuando salgo a vivir mi territorio, a compartir saberes y experiencias.

Alimentar la esperanza es difícil, pero es necesario para mantenerla viva. Luchar contra el marasmo perenne que nos individualiza y oculta se vuelve cada vez más pesado, porque las ideas de éxito se imaginan en lo individual. Nos hemos creído el cuento del “hombre que se hace a sí mismo” y dejamos de ver a todas las personas de su cadena de apoyo.


Me reconozco como eslabón en distintas cadenas-comunidades. Alimento la esperanza con personas, plantas, animales, música, baile, conversaciones, poesía.

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