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Dos miradas aborteras en las artes

Foto del escritor: Saralicia MumulmeaSaralicia Mumulmea

En esta ocasión quiero compartirles mis breves impresiones acerca de las obras de la pintora Paula Rego y la escritora Claudia Piñeiro. Me refiero de manera específica a aquellas creaciones donde recuperan perspectivas sobre el aborto, tema clave en el mes de septiembre, cuando enfatizamos las demandas por un aborto legal, seguro y gratuito en América Latina principalmente.


Por una parte, Paula Rego (1935-2022) fue una artista portuguesa y pionera en representar la práctica del aborto desde una mirada que sitúa a las mujeres en espacios de clandestinidad, dolor y soledad. Muestra de ello la podemos encontrar en su serie de pinturas: Tríptico del aborto o Triptych (1998). Las miradas desafiantes de sus mujeres llamaron particularmente mi atención porque, me parece, es lo que dota de fortaleza a estas piezas.


Nos invita a escenarios que desdibujan el discurso hegemónico de la culpa, el arrepentimiento, así como otras ideas y sentimientos asociados con el aborto que ayudan a desrromantizar la maternidad. En este sentido, la artista nos ofrece escenarios controversiales al apostar por la expresión de la autonomía de las mujeres para decidir sobre sus cuerpos en una práctica de alto riesgo en un ambiente clandestino y en soledad.

Por otra parte, Claudia Piñeiro (1960) es una escritora argentina cuya obra abarca la novela, el cuento, el teatro y algunas otras formas de escritura. A través de su breve cuento Basura para las gallinas”, retrata un fragmento de vida de una mujer que, mientras prepara la basura para sacarla a la calle y espera su recolección, recuerda momentos de su vida que van hilando la narración de ese presente. Esto ocurre en el ambiente de un vecindario donde la precariedad se asoma por escasos detalles. Sabemos que se dedica a limpiar oficinas y que tiene una hija y un esposo con un empleo inestable.


El título del cuento hace alusión a un recuerdo que tiene de cuando su abuela le practicó un aborto a una de sus hijas con una aguja, en un espacio rural donde no había hospitales cerca; donde, como ella dice, ni siquiera las puertas tenían seguro:


Sólo que esta vez resultará mejor, porque ella ahora sabe qué tiene que hacer si su hija grita de dolor y no deja de largar sangre, sabe dónde llevarla, a ella no se le va a morir. En la ciudad es distinto, hay hospitales o salidas médicas cerca. Su abuela no sabía qué hacer, no había lugar al que llevarla.

Allí aprendió el método y comprendemos que, la hija de su abuela –quién sabe si una tía de la voz narrativa o incluso su madre— tuvo un final funesto por las condiciones en las que el procedimiento tuvo lugar.


Un elemento destacable del cuento de Claudia, es que nuestra protagonista no tiene un nombre, lo cual en el mundo literario puede interpretarse como un elemento intencional para dotarla de universalidad. Ese efecto es una invitación para que otras mujeres en cualquier otro lugar del mundo puedan encontrarse en una ficción claramente inspirada en la situación actual de muchas mujeres en el mundo que persisten en su derecho a decidir sobre la maternidad.


En cambio, las mujeres de Rego aparecen solas y dispuestas a enfrentar la situación a pesar de las condiciones dudosas de su entorno. De manera que todas ellas forman una suerte de constelación, unidas por similitudes que marcan, en la propuesta de Rego, la práctica del aborto. Digamos que pone el énfasis en reconocer que estas situaciones ocurren, aunque no podamos verlas o conocerlas debido al carácter íntimo que también ha acompañado a esta práctica


Por esto, creo que también invita a replantearnos el apoyo comunitario y médico que hace falta para favorecer las circunstancias de este procedimiento. Han pasado 24 años desde la creación de este tríptico, pero creo que sigue hablando de un problema vigente en la realidad de muchas mujeres que habitan territorios donde el Estado no ha garantizado el acceso a un aborto legal, seguro y gratuito.


Podría decir más pero prefiero invitarles a conocer estas obras. Creo que ambas coinciden en la intención de trasladar al ámbito artístico problemáticas que ocurren en los cuerpos y vivencias femeninas en torno a la sexualidad, la violencia y la maternidad como un cuerpo colectivo que continúa con luchas de emancipación. Este control del cuerpo de las mujeres se configura a partir de la moral legitimada en las instituciones patriarcales donde persisten los pensamientos misóginos a partir de una moral sexual. Las expresiones artísticas tienen otra forma de llegar a la sociedad, nos ponen en toda la cara las situaciones silenciadas. Ya es hora de que todxs destapen sus oídos para escucharlas.


"Basura para las gallinas" de Claudia Piñeiro.



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