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Hasta hace unos días desconocía el término “violencia patrimonial”. Lo entendía más o menos como la llamada violencia económica, pero descubrí que tienen grandes diferencias. El primer término se refiere a cuando “Se manifiesta en la transformación, sustracción, destrucción o retención de objetos, documentos personales, bienes y valores, derechos patrimoniales o recursos económicos destinados a satisfacer sus necesidades y puede abarcar daños a los bienes comunes o propios de la víctima”; mientras la segunda se presenta “a través de limitaciones encaminadas a controlar el ingreso de sus percepciones económicas, así como la percepción de un salario menor por igual trabajo, dentro de un mismo centro laboral”, según el glosario para la igualdad del Instituto Nacional de las Mujeres.
Escuché el concepto del podcast Más allá del rosa, donde Luz Carreiro (@Bee.traveler) compartió sus reflexiones sobre su relación pasada y todos los tipos de violencia a los que sobrevivió. La travel vlogger menciona que “nunca me llegó a golpear, pero era violento, sus reacciones y su comportamiento eran violentas” y que no debemos esperar a que la violencia física aparezca en la relación para salir de ahí, cosa que, reconoce, no es nada sencilla y resulta un genuino acto de valentía.
Luz le menciona a su interlocutora, Jessica Fernández, que además de la violencia psicológica que la llevó a padecer psicosis postparto, también vivió violencia patrimonial: su expareja rompía objetos personales a su alrededor e incluso hasta llegó a dañar la van en la que viajaban y vivían durante su relación, la cual Luz pagó y acondicionó casi en su totalidad.
Comenta también que soportó la situación durante bastante tiempo, pero que los ataques de ira, destrozos, gritos y amenazas comenzaron a volverse cada vez más frecuentes y perniciosos. Su entonces esposo empezó a ser violento muy cerca de su hija y temió por su seguridad: ese fue el punto de quiebre de la relación. La viajera relata en su propio podcast El vuelo de una abeja que, a pesar de no llegar a los golpes físicos, quedó con marcas psicológicas y emocionales.
Escuchar el valiente testimonio de sobrevivencia de Luz Carreiro me llevó a cuestionarme cómo es que estas violencias siguen siendo tan ignoradas o poco conocidas hoy en día, sobre todo en sus primeras manifestaciones como romper el maquillaje de la pareja, esconder sus pertenencias o limitar el uso de sus bienes. Estas aparentemente pequeñas violencias que llegan a ser solo el inicio del infierno.
Hice una pequeña encuesta sobre el término de violencia patrimonial de manera personal y en mis redes sociales a mis conocidas. La mayoría lo desconocía y solo una respondió que la sufrió alguna vez. Si bien, podría parecer que no es tan común, ¿cuántas veces hemos escuchado en nuestro círculo personal o familiar que fulano le quebró el celular a la prima o que una conocida está pidiendo prestada alguna prenda de vestir porque la pareja la dejó sin vestidos?
Debemos reconocer, una vez más, que cualquier acto de violencia es escalable: lo que ayer parecía un acto de celotipia fugaz, mañana puede ser una vorágine de violencia física, psicológica o hasta sexual. Por lo tanto, es (tristemente) necesario siempre estar alerta de las situaciones que ponen en riesgo nuestra integridad y la de nuestras pertenencias, ya que todo puede comenzar con el rapto del labial rojo que tanto amamos usar.
Finalmente, me cuestiono qué tanto “soportamos” o nos han dicho que debemos “soportar” en una relación y por qué deberíamos “soportar” algo que nos lastima. Las valientes mujeres como Luz, que sobreviven a estas situaciones y son capaces de compartir sus historias con más personas para que encuentren en ella una historia de perseverancia y lucha, nos recuerdan algo básico y primordial para todas: el amor no duele ni debe evocar miedo o inseguridad en una relación. Nunca.
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