Si el sexo está reprimido, es decir,
destinado a la prohibición, a la inexistencia y
al mutismo, el solo hecho de hablar de él,
y de hablar de su represión, posee como un
aire de transgresión deliberada.
Michel Foucault
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El sexo está en todos lados; en la publicidad de las calles, la música que escuchamos, la televisión, las pelis, en internet e incluso en la boca de todxs. En México tenemos los códigos del doble sentido con el albur; todo un reto para quienes aprenden nuestra versión del español. En mi experiencia he notado también cómo participar en este código es en sí un clic inmediato de camaradería. Entonces, el sexo es bien recibido en la mofa, en lo superfluo, en la morbosidad; es decir, siempre y cuando no incomodemos o alteremos el orden de la heteronormatividad y la monogamia. O seamos mujeres las que hablan de él sin tapujos.
En nuestra cultura sexual en particular, ser mujer y hablar abiertamente sobre nuestros deseos y placeres, sigue siendo un acto de transgresión frente a los estereotipos vigentes en nuestra sociedad. Estos tienen una larga historia que se puede resumir en la dicotomía más popular: la santa y la puta. En la actualidad parece imposible pensar en los matices que habitan entre esos dos términos, aún hay trabajo qué hacer para ser percibidas no como objetos, sino como sujetas de deseos sin que esto nos reste valor. Hablo de esa valía otorgada a nuestro sexo, a la “virginidad”, concepto derivado de la religión católica para indicar que un hombre tiene el poder de cambiar nuestro reconocimiento social. Por eso prefiero hablar de iniciar una vida sexual, ya que con la palabra “virgen” como referencia de estatus puritano y pulcro, perpetuamos un sistema que estigmatiza a la sexualidad activa de las mujeres.
Hablar de sexo suele ser atractivo. Me encanta experimentar un momento histórico donde cada vez más mujeres se afirman desde sus deseos y placeres; me parece incluso aplaudible que seamos más abiertas para relacionarnos con nuestras cuerpas. Sin embargo, la pregunta me ronda: que en nuestros tiempos se hable tanto de sexo ¿nos garantiza tener la información necesaria para ejercerlo de forma placentera y responsable? No estaría tan segura de ello.
Hace tiempo leí una nota muy interesante sobre la liberación sexual de las mujeres en los 60 y la trampa patriarcal que hubo en ella. En ese momento, según esta fuente, la promesa de la libertad sexual y los anticonceptivos permitieron a las mujeres relajarse con sus prácticas sexuales. La trampa residía en la presión dentro de esos círculos de “liberación” para que las mujeres tuvieran sexo desde sus términos progresistas: sin exclusividad e incluso sin métodos de cuidado sexual. Muy acorde con un contexto más flexible en cuanto a la cultura y la moral que trataban de dejar atrás con la generación de sus madres. Tenemos que recordar que por aquellos tiempos prevalecía la moral sexual de las mujeres como un acto que debía sufrirse y que se justificaba solo si estaba orientado a la reproducción. Puedes leer más sobre ese momento en este artículo académico de la filósofa española Ana Miguel Álvarez.
Han pasado algunas décadas de esa promesa de liberación sexual y, sin embargo, sospecho su vigencia actual por la presión social de ejercer nuestra sexualidad por el simple hecho de poder hacerlo. Incluso en mi historia personal recuerdo esa insistencia ajena para iniciar mi vida sexual aunque ni siquiera me sintiera lista. Nadie mencionaba los fracasos, las violencias, el consentimiento, el afecto o la confianza. Gracias a varios tropiezos comprendí en carne propia los matices del sexo y cómo hasta en esa intimidad la brecha del placer está bifurcada por el género. Compartirlo entre nosotras nos demuestra una vez más el poder de las palabras de Kate Millet: “Lo personal es político”.
Para mí lxs cuerpxs son como nuevas geografías de exploración. La diversidad en cuanto al deseo y el placer nos indica que lxs cuerpxs responden a distintos códigos o prácticas. Basta decir que en gustos se rompen géneros. El espectro de la sexualidad es amplio y fluido. Supongo que la única promesa que tenemos para el placer nace de nosotras mismas a partir de la experiencia y la relación con nuestras cuerpas: las llaves de nuestro deseo yacen en nosotras mismas y será nuestra decisión saber con quiénes las compartimos.
Reconozco que las referencias aquí descritas se ubican en el contexto estadounidense, por eso quisiera preguntarte: ¿qué datos o qué experiencias crees que marcan la sexualidad femenina en México o en Latinoamérica?
El sexo sigue siendo un tabú. Hablar con tus amigas es un mundo muy diferente al que enfrentas cuando lo haces entre amigxs. Hay un remanente de puritanismo aún en las generaciones que empiezan a descubrir su vida. Pero, es política. La mujer realmente liberada sigue sin existir, por desgracia. Pero, supongo que nos toca iniciar el efecto mariposa. Batir nuetras alas e iniciar el huracán. Yo lo veo en Europa, España (donde nací) en algunos términos es más avanzada que Austria (donde resido). Pero, si te violan, será siempre tuya la culpa. Por zorra, por llevar esa falda, por beber. Aunque lo hagan en manada, aunque grites no, aunque te hayan drogado para forzarte. El sexo debería ser liberación,…