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Leí Panza de burro de Andrea Abreu

Foto del escritor: Idalia López CarrilloIdalia López Carrillo


Cumplí años en primavera y recibí como regalo Panza de burro, un libro que se publicó el año de la pandemia, el funesto 2020. Recuerdo que el título no me dijo nada y la portada tampoco; una mujer con las manos en la cintura mirando una sandía reventada en el suelo y al lado un niño sentado sobre una columna. Por varios días el libro viajó de la mesita de la sala al librero, de la mesita de noche al escritorio de trabajo. Tal vez no era nuestro momento; tuve varias inquietudes y actividades por esos días y semanas que nos alejaron.


Había hojeado el principio y esa lectura exigía mayor atención. Es un texto de los llamados experimentales. La autora hizo un registro del habla local de la isla de Tenerife, la ignorancia de esa forma de hablar me repelió al inicio.


Lo recomencé después de un descanso y me fui enredando en su trama. Una voz de niña comenzó a narrar la relación con su mejor amiga. Me tomó de la mano y me llevó a conocer su casa, el barrio, el pueblo, las personas que lo habitan y también a Isora, su compañera de juegos, aventuras e infortunios.


“Isora sabía hablar con las viejas. Yo me limitaba a escuchar lo que se decían. Ustedes quieren un fisquito café, misniñas? A mí no me dejan beber café, le respondí. Yo sí, un fisquito namás. Ella siempre un fisquito namás. Lo probaba todo. Una vez comió comida de perro de la que había en la venta para saber lo que se sentía. Ella lo probaba todo y después si era necesario lo vomitaba”.

La portada tiene una cintilla lila que dice “Un libro que se come como pan caliente”. Y sí, una vez que te enrolas en el habla de la protagonista, comienzas a degustar cada episodio; cada aventura que la narradora analiza desde su condición de niña isla, en el margen de la vida adulta, fuera de las situaciones trascendentales del mundo, dentro de sí misma; cada una de sus explicaciones, el reconocimiento de los sentires en ese tiempo de la vida donde los cambios físicos sacuden las emociones, las ideas y cambian las miradas.


Leí Panza de burro y me fui a esos retazos de infanciadolescencia donde buscaba, como la protagonista, entender cosas, disfrutar otras. Ese momento que te da la vida para despertar en varios sentidos, pero sentirte pequeña.


Lee una muestra del libro aquí:


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