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La figura de la madre es tan diversa, hay mamás de muchos tipos: trabajadoras, amas de casa, artistas, deportistas, influencers y demás, pero a todas se les exige y señala con gran intensidad. Guardan culpa y cansancio en el bolso, la cosmetiquera, el refrigerador, el bote de la ropa sucia, la cuenta del banco y la telenovela. Se hacen las fuertes, las resistentes, las entronas; pero también se fatigan, se derrumban, lloran y se quedan con hambre, con sueño, con ganas de hacer lo que les gusta.
A mí me tocó una mamá trabajadora, de esas que tuvieron doble y triple jornada. Un charco de chamacos, más pequeño que en el que crecieron, porque la campaña de “Ya somos muchos. No nos hagamos más” parece que funcionó. Y cómo no iba a funcionar en un hogar a medio construir, sin la certeza de un ingreso seguro.
Dice Silvia Federici que:
“Las mujeres de hoy tienen menos hijas/es porque significa menos trabajo doméstico, menos dependencia de los hombres o un trabajo, porque se niegan a ver sus vidas consumidas por los deberes maternos, o no desean reproducirse”.
Yo creo que mi mamá visualizó su futuro consumido y por eso optó por una salpingo cuando nació mi hermana menor, que no fue programada, pero sí muy querida.
Mi mamá es una mujer casada por todas las leyes, pero eso no es garantía de nada. A ella le tocó un mal marido, a nosotros un mal padre. Así que ella empezó a tomar decisiones, como la de su cirugía para no traer más bebés a la pobreza. Las decisiones son difíciles, nos dejan con la incertidumbre de lo que pudo haber sido y con la constante repetición de que elegimos bien para reconfortarnos.
Sé que mi mamá carga con el señalamiento de la mala madre. Esa mujer que deja a sus hijos encargados en todas partes para desarrollarse profesionalmente. Guarda la culpa en su cosmetiquera azul, de vez en cuando la juzga desde el espejo cuando pinta sus labios de rojo oscuro.
El cansancio ha sido su compañero tanto tiempo que ya tiene un lugar en la mesa, en el sofá y hasta en la almohada para intranquilizarla en las noches. Le ensancha los tobillos, le encorva la espalda, la hace dormir frente al televisor.
Las madres son de todos tipos, a mí me tocó una madre trabajadora; mala por dejarnos solos, buena por ganar dinero para alimentarnos. Una mujer al fin, prisionera de este sistema explotador de mujeres, castigador de mujeres, hambriento de ilusiones, de vidas nuevas.
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