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Ráfagas luminosas que me salvan la vida

Foto del escritor: Yary IbarraYary Ibarra


A veces siento más que otros días la pesadez de vivir. Aparece sin previo aviso al despertar; mientras almuerzo y ya me aburrí de seguir ingiriendo bocado; cuando voy en el transporte público para comenzar la jornada fuera de casa; en mis pensamientos o cuando me masajeo los ojos de lo cansados que me quedan al anochecer. Y es que la revoltura personal es una cosa que se va agudizando cuando constatas que todas las personas a tu alrededor la están pasando similar. Auxilio.


Entonces hay que ser claras: el mundo está colapsando y de eso ya tiene rato. Sólo que los pasos en como va marchando se han agigantado. O así se siente. Luego me pregunto si lo percibo de esta manera por mis actuales crisis, mis condiciones de vida o las refeítas estructuras socioculturales. Quizá un cúmulo de todo; mucho de aquí, mucho de allá. Total, unas devienen de las últimas, así el embarañadero. Ayyy, no puedo más, pero aquí sigo. Aquí persisto, me resisto; me contengo, me preservo.


Preservarme a mí misma no es una dinámica muy sencilla, no es miel sobre hojuelas. Creo que, en los sistemas de muerte y extinción, la carrera va en sentido contrario. Cómo (sobre)vivo cuando la muerte me viene correteando los talones, el piso, el aire, a mis amigas, a la vecina y a mis ganas. Dame chanza de detenerme a respirar.


De ahí vengo, he formulado, y reformulado, las maneras de hacer frente y tomar aliento, sentarme a descansar y contemplar mi propio andar, mi salvación. Si yo pudiera ser un verbo, definitivamente elegiría este último. Acción contemplativa.

En el trayecto de aferrarme a mi vitalidad, me han surgido un sinfín de preguntas-tormento del tipo por qué siento tanto, por qué me afecta tanto, y las descaradas: por qué no ignoro y me hago la que la virgen le habla. Pero no, el entorno me implica y yo a él. Esto muy al sentido merleau-pontiano “tocar y ser tocado”, -tocada-, me afirmo. Abstraerme, no puedo; pero quién sí cuando es su propia vida la que está entramada con y por las circunstancias sociales, políticas, culturales y económicas violentas. Bueno, tal vez unas cuantas personas.


Lo que sí puedo, y me ha mantenido en pie, es seguir la voz de mi querida Audre Lorde cuando me dice, desde su experiencia encarnada y personal, que focalizar en nuestras ráfagas de luz es tan necesario y sustancial para continuar.


Reparar en nuestros acontecimientos gozosos, placenteros, alegres, afortunados. Resaltar el amor, la risa, la compañía sincera, la comida calientita y deliciosa, las amigas, la palabra bonita, los abrazos; que hoy pude levantarme y tendí mi cama, que hoy me siento fuerte y concluí este escrito, por ejemplo, es aquello que nos hace más allá de soportar, añadirle calidad, sentido e ilusión a nuestros días y existencias.

Traer a cuenta mis momentos dorados hace que se vuelva menos insufrible habitar esta rareza, que me rehúso a entender, llamada presente (con atisbos del pasado). Llamados sistemas de opresión, llamada depresión, llamada no justicia, dolencias; llámalo como a ti más te acomode y te reconozcas. Es probable que una no vaya a liberarse de todo mal y la bruma no deje en paz, pero al final el mundo es esto y aquello, también es cosa emocionante, esperanzadora, tierra lo bastante fértil. El que tejo, al que le apuesto, el que escalo y rasgo, rasgo.


Manifiesto mi constante amargura ante el panorama, porque ay, no es para menos; no obstante, no dejaré de subrayar hasta donde sea posible las llamas-incendio que me evocan validar la vida digna, vivible, la regocijo, la que no me van, ni voy, a arrebatar.

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