Hace tiempo que me ven por ahí escarbando entre mis huertos y cementerios, buscando mis spooky fantasmas con los que conversar y, ultimadamente, dejarles ir.
Leí por primera vez la historia de la mujer esqueleto hace unos años, pero hace un par de meses fue que el relato volvió a mí, ya sea por magia o manifiesto. Entendí aún más que en estos lares a quien me enfrento es al miedo de topármela, a pasar tiempo con la esqueleta propia, primero huyendo a camotazos de ella y, tiempo después, aceptando su compañía. Desmarañándola y dándole cariñitos con la paciencia que las acarólogas poseemos, quizá por naturaleza académica.
“Aquí yace el espíritu de otra mujer latina que decidió hacer de su vida un papalote.” Se podía leer en la terrosa lápida.
Mi río, como muchos ríos del valle en el que crecí, también se mantiene contaminado, aunque trate de limpiarse con nuevas aguas de lluvia. Sucio de basura que otros han volcado, de aromas tóxicos depositados en el fondo, que distraen el desemboque en el que veo mis logros, mis ancestras, mi dirección y mis amores.
Pero, por alguna razón, quizá la misma que me empuja a curiosear entre los enredados huesos modo rompecabezas de mi querida y recanija calaca, la mayoría del tiempo me siento en calma. Ya no me da miedo tocar a mi patrona huesuda y hablar con ella, ni ver pa’ mis adentros y sorprenderme de mis fantasmas que se muestran virales cual tiktoker en sábana. Para afrontarlos y preguntarles que, si ya llegaron los gorrones, que si quién los invitó a la pari, que sin invitación no entran e indicarles que, si hay desmadre, se van a otro lado.
La mujer esqueleto me mostró que nuestra vida es más bonita si nos la llevamos a gusto, si aceptamos lo que somos, fluyendo suaves y ligeras como el río. Cuando se protege el esqueleto por amor y no por miedo a perderle.
Hace tiempo que no escribía. En parte por la necesidad de tomarse la cálida fuerza de voluntad para desenredar a mi mujer esqueleta sin que quede hueso o huesa que no examine y me pregunte:
¿Y éste donde vergas va y por qué razón le pusieron tibia a un hueso que temperatura estable no tiene?
Ah, que es porque tibia en latín es flauta y la tibia parece flauta, lo que lleva a una búsqueda maravillosa relacionando flautas con tibias con pedos. ¿O es que el escribir también es parte del proceso de conocer a mi morra parca?
Por mientras escribo y me pregunto y me enmaraño junto con mi mujer esqueleto, tratando de desenlazarla. Me voy uniendo con las mías y los míos aún sin morir y construyo mi altar para los esqueletos de otras, la bisutería oxidada y los huesos propios. Deseo que me instruyan y me ayuden a construirme tanto a mí como a mi proyecto. Con calma, voy observando a los fantasmas que me adjudiqué por pedera y aferre, pertenecientes a otras historias, ya no mías. Haciendo esperar a la que va echándome porras desde lo oscuro. La mujer esqueleto se aburre de mí, entusiasta a sujetar fantasmas mientras que pauso su tiempo de desenredo. Se zambulle de nuevo en mi mar.
Y es entonces cuando me entero de que hay que soltar de nuevo para que vuelva a asomarse a la superficie la mujer esqueleto prendida a mí como Nemo en su arranque de adolescencia, persiguiendo al bato y forzando la búsqueda de, ora sí, la libre yo.
Me voy depurando, bailando, saltando y suena y suena y suena mi esqueleto mientras vuelvo a ella como vuelvo a mi tesis una y otra vez ahora sí, a trabajar…
Ghost times and my relationship with the skeleton woman
They've seen me out there digging through my orchards and cemeteries for a long time,
looking for my spooky ghosts to converse with and ultimately let them go.
I first read the story of the skeleton woman a few years ago,
but a couple of months ago it was that the story came back to me, either by magic or manifest,
I understood even more: what I face is the fear of running into her, spending time with my own skeleton, first stumbling away from her and then accepting her company, unraveling her, and giving her affection with the patience that acarologists possess, perhaps because of academic nature.
"Here lies the spirit of another Latina woman who decided to make a kite out of her life."
Like many rivers in the valley where I grew up, my river remains polluted and gets cleansed with new rainwater. Contaminated with the garbage that others have dumped and toxic aromas deposited in the bottom for subtlety, distract from the outlet in which I see my achievements, ancestors, direction, and loves.
But, for some reason, perhaps the same rain that pushes me to pry through the tangled puzzle-mode bones of my darling Calaca, most times I feel calm.
I am no longer afraid to touch my bony jefita and talk to her nor to look inside these ghosts that are more viral than a tiktoker on a sheet. I am not afraid to confront them and if the freeloaders arrive, if who invited to the pari. They don't get in without invitation, and if there is a riot, they gotta go.
The skeleton woman showed me that our life is more beautiful if we take it flowing soft and light, somewhat like the river and the skeleton when she protects herself out of love and not out of fear of losing.
It has also been a long time since I wrote anything, part of taking the warm force of will to untangle my skeleton woman, carefully positioning every bone and asking myself: and where does this little stick go? and for what reason did they named a bone tibia? That's because the tibia in Latin is flute, which looks like a tibia, which leads to a beautiful quest relating flutes with tibias with farts. Or is writing also part of the process of knowing my grim reaper?
As I write and wonder and get tangled up with my skeleton woman, I try to unlink her. I join with her, and I build my altar for the others, for the rusty jewelry, and for the time I missed rest and time with people I love to invest in building my dreams.
Calmly, the skeleton woman teaches me to observe the ghosts that I awarded myself 'cause clingy, belonging to other stories no longer mine. The skeleton woman gets bored with me enthusiastically, holding spirits, and dives back to my sea. When I let go of what no longer serves me, the huesuda resurfaces with the search for the free me. I'm debugging, jumping, and dancing, and my skeleton sounds. At the same time, I return to her as I turn my head to what brings me life and smile...
wow :)