"Todas las historias terminan bastante parecido.
Los conjuntos se intersectan más o menos igual
y lo único que cambia es el punto de vista desde
el que te toca ver: la renuncia es voluntaria,
el consenso es la menos común de las opciones, y
el abandono es más bien una imposición"
Conjunto vacío (Gerber, 2015).
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Narrada con un ingenio desafiante, Verónica Gerber nos ofrece una novela que intercala no solo el lenguaje visual y el literario, sino que dentro de este último nos propone alteraciones que dinamitan su forma-contenido. El recurso de los diagramas de Venn como una metáfora que acompaña toda su obra. El tejido de la historia se apoya de ilustraciones recurrentes que comprenden esos diagramas, principalmente cuando se refieren a las interrelaciones humanas y los espacios de lxs personajes. Después de leer Conjunto vacío y escribir este texto no podía sino imaginarme que dibujaba las intersecciones con esos diagramas, como diría el desdoblamiento metaficcional de su voz narrativa. Gerber une, de manera visual y textual, personas, espacios geográficos y emociones con una fluidez admirable.
Leer su obra me tocó de muchas formas. Sentí como si me hundieran con el índice la boca del estómago. Vero me alzó un puente sensible de experiencias o sentimientos similares, a pesar de ser tan distintas. Personalmente, me fascinó su percepción filosófica sobre los árboles: los aborda desde su interior, las vetas que narran su historia como seres individuales, pero también sociales; entendí que hay un área que se encarga de estudiar precisamente esas vetas como archivos históricos de enfermedades, deforestaciones e incendios, la dendrología.
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Sobre todo disfruté la idea de los principios y la vuelta al origen. Es desconcertante pensar que si hay tantos comienzos es porque ha habido muchos fracasos, pero me hizo sentido en mis últimos nuevos comienzos. Entendí que he desandado el camino emancipatorio y ahora estoy aquí, en mi propio búnker. Creo que Ampuero también menciona algo así en un cuento de Pelea de gallos en relación con el volver a la ciudad de origen después de vivir en otros sitios. Los esfuerzos por pensar que ellxs y nosotrxs somos lxs mismxs cuando es inútil.
También disfruté del ludismo del lenguaje. Inventar un idioma con otra persona. La alteración sintáctica o los acrónimos como un recurso para ilustrar ese entendimiento inefable que existe entre dos personas. Esta obra en forma y contenido logra bien el desafío hacia las dimensiones espacio-temporales. La alternancia de narrativas que dan profundidad a la historia a partir de la narración en presente de sucesos que ya quedaron atrás; intercalar el presente como la asimilación de esas situaciones con cierta melancolía; o los espacios donde delinea la relevancia de esas vetas en los árboles y los triángulos, objetos o figuras que viajan semióticamente para adquirir otros significados que las palabras por sí solas no nos dejan claros.
Y, finalmente, las narrativas gráficas, disfruté mucho el sentir lo que cada una implicaba con sus intersecciones entre personas/jes, los universos, lo colmado y lo vacío. Pero bueno, ahora estoy aquí, tratando de descifrar los míos:
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