Aún recuerdo mi primera menstruación cuando tenía casi doce años. Recuerdo el dolor de vientre y la urgencia de correr al baño porque algo estaba pasando “ahí abajo”. Recuerdo mi ropa interior manchada de eso que parecía cualquier cosa menos sangre y recuerdo muy bien el miedo que me dio verla. No supe qué hacer en ese instante. ¿Me habrían ganado las ganas de ir al baño? ¿o qué cosa podría ser esa plasta café rojiza que adornaba mis calzoncitos de niña?
No tuve más que gritarle a mi mamá, llena de angustia porque no podía resolver sola esa situación. Mamá llegó al baño asustada por mis gritos e irrumpió en el espacio que podemos considerar más íntimo: el retrete. Solo pude enseñarle la mancha que perpetraba mi ropa interior sin decir palabra. “¿Te ensuciaste?” me dijo confundida. “No, no, no es eso” le contesté confundida. “Ah, pues ya te bajó” respondió mientras se retiraba a buscarme toallas íntimas y el valor para hablar por primera vez con su única hija sobre la menstruación.
En la escuela, hasta entonces (quizá quinto año de primaria) nos habían mencionado algo sobre eso. Pero el profesor -un varón, claro está- no abundó en el tema y nos sugirió a las niñas (solo a las niñas) que le preguntáramos a nuestras mamás y ya está, fincó el tema. No se habló más de los procesos naturales de nuestros cuerpos o de adolescencia o de los cambios que tanto niños como niñas sufriríamos eventualmente. Así era la materia de biología: parca, insuficiente, limitada; tanto en la escuela primaria como en la secundaria.
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Desde entonces me he preguntado dónde es que aprenden las infancias sobre sus cuerpos, particularmente las niñas que viven la menstruación como un estigma social, como algo que debe ocultarse, casi como si fuera malo o sucio. Yo apenas recibí instrucciones de mi mamá hasta que se vio obligada a hacerlo y por supuesto que la escuela no era una fuente de información (ni buena ni mala, solo no era un lugar de donde se podía obtener conocimiento de esos temas).
¿Tal vez de las amistades? Yo no recuerdo que a mis amiguitas les gustara hablar de ese tipo de cosas. ¿De los otros niños? Ni siquiera estaban enterados de que nosotras pasábamos por situaciones bochornosas en los recesos mientras ellos jugaban libremente futbol, ocupando todos los espacios posibles. Y ni hablar de la televisión donde, a principios de los dos mil, los comerciales sobre toallas íntimas representaban la sangre menstrual de color azul porque de seguro todas somos de la realeza. Así que la tele y los medios de comunicación tampoco eran un medio confiable.
Entonces, si ni en casa ni en la escuela ni en los medios es posible recibir información amistosa de este tema que nos atraviesa, ¿tiene el arte alguna función o responsabilidad al respecto? Realmente no creo poseer una respuesta a esta interrogante, pero sí existen algunas artistas que se han aventurado a tratar el tema de la menstruación en la infancia de una forma amistosa y sin tabúes.
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Una de ellas es la talentosa rapera, escritora, artista guatemalteca y más, Rebeca Lane, que lanzó en febrero del 2022 su sencillo musical Flores rojas donde retrata la importancia de acercarnos a nuestros procesos y ciclos naturales sin miedos ni dolores:
“Mi sangre no es sucia/ mi sangre no es ninguna enfermedad/ no es ningún secreto/ no es pa’ tener vergüenza/ no me vuelvo impura, no huelo mal”.
En esta canción, Rebeca también señala todas esas situaciones silenciadas por las que las niñas pasan cuando menstruan, de cómo nos han enseñado que si ya tenemos el periodo no podemos hacer muchas actividades que antes no eran de preocupación; tales como andar en bicicleta, escalar un árbol o jugar a algo que implique un despliegue físico porque podemos “mancharnos” y andar por ahí enseñando la ropa marcada de rojo. Sangre natural que, por cierto, es una de las pocas que no procede de un acto violento y, aún así, se le sigue considerando como sucia y vergonzosa.
Sí, recuerdo que uno de mis peores miedos en la secundaria (porque hasta entonces mi menstruación se volvió frecuente) era mancharme en la escuela. Aunque llevaba la cuenta de los días, mi notoria irregularidad no me permitía del todo estar preparada para recibirla y en varias ocasiones la falda del uniforme se tiñó de rojo. Ahí entraron al rescate el suéter propio o ajeno para amarrarlo a la cintura y ocultar esta situación natural, ya que claramente sería objeto de burlas.
¿Cuántos casos de acoso y humillaciones conocemos donde las niñas han sido víctimas por mancharse la ropa y no darse cuenta a tiempo? ¿Cuántas veces no la hemos pasado mal, incluso como adultas por las inseguridades que aún cargamos? Inseguridades generadas en su mayoría por la desinformación y el estigma social tan profundo que tenemos sobre la sangre menstrual. Por ello, Rebeca aclara en otras estrofas de Flores rojas:
“con mi sangre puedo pintar/ con mi sangre puedo manchar/ puedo olerla, tocarla y sentir/ que tengo vida creciendo en mí”.
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Y justo por esa naturalidad del ciclo con el que convivimos casi la mitad de nuestra vida es que merecemos infancias bien informadas sobre el tema: quienes lo vivimos, para que no sea una sorpresa incómoda y dolorosa (por lo menos) cuando pase; y para quienes nos observan, que lo tomen como algo natural, respetable, que no es indigno ni sucio ni está mal. Lo que pasa en nuestros cuerpos desde que somos pequeñas no está mal.
Es por eso que, casi 18 años después de mi primer menstruación, apenas estoy notando cambios en la forma en la que se representa y entiende este tema: los anuncios de TV por fin representan la sangre menstrual de su verdadero color, las toallas íntimas o tampones no son las únicas opciones en el mercado para utilizar durante nuestro ciclo, ya es más sencillo conseguir copas, ropa interior absorbente o toallas reutilizables.
Incluso en internet y redes sociales podemos encontrar información sobre el sangrado libre y ya existen colectivos y blogs personales que informan sobre la menstruación de manera respetuosa y amable, porque todas las niñas y mujeres merecemos acceso a una educación menstrual digna. Porque, como dice Rebeca, merecemos ya no vivir en silencio lo que es natural.
Enlisto a continuación algunas de esas colectivas y comunidades que trabajan informando y luchando para una menstruación digna desde la infancia. Si conoces otras o formas parte de alguna, déjanos tu contacto y ¡gracias por ayudar a que la menstruación desde la infancia deje de ser un tema tabú!
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